Nacer y morir son dos procesos profundamente humanos y naturales. La muerte en concreto es universal. Sin embargo, con frecuencia, cuando derivan a un ser querido a cuidados paliativos tras una enfermedad o tras un proceso de envejecimiento, no sólo tenemos que lidiar con nuestro maltrecho bienestar emocional y ruido mental, sino que la mayoría de veces no sabemos qué hacer ni qué decir. Entramos en caos justo en un momento en el que la salud física y mental de nuestro ser querido entra en un momento de gran vulnerabilidad. En este post nos sumergiremos en las emociones, los desafíos y la incertidumbre que rodean al acompañamiento en el proceso de morir, con intención de estar preparados para ofrecer apoyo real y compasivo a quienes transitan sus últimos tiempos en este plano.
Comencemos hablando de cuidado paliativos
Entendamos bien qué son los cuidados paliativos y cuándo son necesarios. A día de hoy, los cuidados paliativos no son sinónimos de muerte inminente. Llegan a nuestra vida cuando ya la enfermedad no es curable, y su labor es aliviar síntomas dando así calidad de vida y acompañar las 4 dimensiones del ser humano, la física, la emocional, la social y la espiritual (ampliaremos en otro post). Ya no se va a buscar dar más días a la vida, sino vida a los días. Dicho esto, se hace evidente la importancia del acompañamiento emocional y espiritual en este momento vital tan complejo, de ahí la necesidad no sólo de contar con un buen equipo de medicina paliativa, sino de un entorno del paciente paliativo bien preparado y apoyado. De eso se trata este post, de los roles y responsabilidades de los acompañantes y la necesidad de sentirnos lo más empoderados y seguros como familiares o amigos de esa persona que seguramente nos necesita cerca y enteros más que en ningún otro momento de la vida.
“Si puedes curar, CURA; sí no puedes curar, ALIVIA; sí no puedes aliviar, CONSUELA; sí no puedes consolar, ACOMPAÑA” (Augusto Morri)
Desafíos comunes que solemos tener que afrontar en el acompañamiento en la muerte física
En mi experiencia, yo diría que el miedo y la incertidumbre son las dos emociones que más nos lastran en una situación así. El miedo a ver sufrir, a las emociones propias y ajenas, a no saber qué va a ser de nuestro ser querido. Me gustaría subrayar una reflexión por si ayuda a quien lee: La mente, ante un miedo, nos va a poner en el peor de los escenarios posibles, creernos este ruido mental a pies juntillas nos va a multiplicar el miedo y así lo vamos a transmitir a ese ser querido que, como paciente terminal ya tiene sus propios miedos. ¿Qué tal si tratamos de vivir en el aquí y ahora?, ¿si nos encargamos de ir resolviendo cada hora y cada minuto sin pensar que todo será peor mañana?, quizás, el hacer este trabajo interior (complejo pero posible), sea el mejor regalo que podemos ofrecer. En mi opinión, con este cambio transmitiremos confianza y seguridad. Otro punto importante y que está relacionado indirectamente con el anterior, es el tener herramientas para mantener nuestro propio equilibrio emocional y así sostener el de nuestro ser querido. Para poder de verdad aportar un acompañamiento efectivo y compasivo hemos de hacer trabajo interior, el protagonista siempre será esa persona que seguramente sabe y siente que está transitando sus últimos tiempos en este plano, nuestro equilibrio será un gran mástil al que poder agarrarse en los momentos de tormenta. Nada nos equilibra más que la práctica habitual de ejercicios de relajación, respiración y Mindfuless. Estas técnicas modifican la química del cerebro paulatinamente y nos ayudan a sostenernos en momentos críticos. Eso sí, no hacen el cambio de un día para otro, hemos de comenzar ya y ser constantes para que llegado el momento encontremos esa ancla interior. Otro punto muy importante en el acompañamiento a una persona que transita unos tiempos tan críticos como son los de enfermedad avanzada y terminal es la capacidad de comunicarnos con ella de manera empática, compasiva y efectiva, la palabra asertiva nos conecta igual que la falta de comunicación por miedo nos desconecta. Tener conversaciones significativas al final de la vida es importante para facilitar la expresión de emociones y un buen cierre de biografía. Hemos de estar preparados para adaptar nuestro estilo de comunicación al suyo, saber respetar los silencios y tener herramientas para conseguir una comunicación fluida en esos momentos tan complicados. Todo menos huir. Si te interesa profundizar en este tema, en el apartado “cursos” de mi web, encontrarás un curso sencillo pero efectivo para prepararte en “comunicación consciente”, te invito a acceder a él. Igualmente encontrarás otro curso “acompañar el proceso de morir desde la humanidad”, En el que se amplía mucho la información de este post.
Reflexionando sobre la preparación personal ¿cómo conseguir ser cuidador y no morir en el intento?
Aunque la peor parte en esta historia siempre la va a llevar el paciente terminal, quienes acompañamos hemos de atender nuestra salud física, mental y espiritual. Es inevitable transitar momentos de dolor, impotencia, cansancio físico y mental, además de ir sintiendo en nuestra alma el duelo anticipado. Es importante saber reconocer nuestras propias necesidades emocionales, saber tomar distancia y pedir ayuda en ese momento donde sentimos que desbordamos. Igualmente, no podemos sentir fuerza mental si no respetamos y atendemos nuestra salud física, encontrando momentos de descanso y disfrute. Algo de lo que no se suele hablar es el valor de la autocompasión en los acompañantes, no podemos ser compasivos* si no sabemos ser autocompasivos. Abrázate como se abraza a un bebé que lo está pasando mal, compréndete si has reaccionado mal en algún momento, mímate como quisieras que te mimasen, acuna a tu niño interior, sólo así podrás hacerlo con alguien más. Lo mereces. Busca todos y cada uno de los recursos para tu crecimiento personal y profesional (seas cuidador profesional, acompañante vocacional o familiar de un paciente paliativo), invierte en tu cuidado, empoderamiento y seguridad en ti mismo. Y algo muy importante, te recomiendo prepararte, aunque no tengas en el horizonte el tener que cuidar de alguien aún, de hecho, el hacerlo anticipadamente es lo adecuado, por un lado, sabemos que el 90% vamos a tener que cuidar de una o más personas en su final de vida, pero además, el 100% moriremos, prepararnos para cuidar nos hace reflexionar y nos prepara indirectamente para un buen morir.
Si llegado este punto del texto te han ayudado mis recomendaciones me alegraría y te incluyo dos muy muy importantes. Primeramente, es necesario interiorizar que no podemos salvar siempre del dolor, pero sí que siempre podemos acompañarlo. Segundo, si tienes cerca en algún momento la posibilidad de atender y acompañar el momento de muerte física de otro ser humano, hazlo ”y si tienes miedo hazlo con miedo” (Nerida Centeno). Prepárate cuanto antes y hazlo. Ver a una persona morir acompañado de nuestro amor, es un acto mágico donde aprendemos a vivir por más que nos parezca contradictorio, porque aprender a morir es aprender a vivir. Te dejo aquí los enlaces a mis formaciones antes comentadas.
*La compasión no se ha de confundir con la pena o la lástima, es mucho más, es comprender cómo se siente la persona unido a la voluntad de tratar de aliviar su sufrimiento.