Quien más y quien menos, ha oído hablar de la importancia de dejar ir a los difuntos, de aceptar su partida como un acto de amor y generosidad hacia ellos y de la importancia, por la propia salud del duelo, de trabajar el desapego a la parte física de la persona. También se oye que la mejor manera de honrar a nuestros muertos es soltarlos (que no significa para nada olvidarlos) y seguir adelante con nuestra vida y proyectos. En Seremos Mariposas descubrirás una forma de ayudarte a entender cómo despedir a un ser querido
Un punto de vista para la despedida de un ser querido
Quiero volcar aquí, en un relato ficticio, lo que me parecería una despedida “sana”, generosa y amorosa, tanto para la persona que queda y comienza a elaborar su duelo, como para la persona que ha trascendido, porque sin duda alguna todo acto de amor y buenas intenciones ayuda a cualquier alma, encarnada o desencarnada.
“El lugar estaba atestado, la conmoción por el fallecimiento del amigo, hermano, hijo, padre, marido, compañero de trabajo, vecino, primo … Pero sobre todo de un hombre joven y sano flotaba en el aire, especialmente en estos momentos en los que, tras haberse acostumbrado ya a verlo casi 20 horas en la sala del velatorio, inmóvil en su ataúd, había que pasar el trance de ver como lo movían, cerraban la caja y lo llevaban a la ceremonia de cuerpo presente. Todo “dolía” a la total despedida. Silencio roto por sollozos, manos unidas firmemente, respeto y hasta temor por verse uno reflejado en lo efímero de la vida.
Sonó una música que mucho tenía que ver con él, la emoción y la tensión subió, hubo que esperar 10 minutos tras este primer acto para que alguien pudiese subir al atril a hablar. La primera fue su madre.
La mujer, ya con suficiente edad como para que el dolor la envejeciese 10 años de pronto, habló como pudo, entre momentos de llanto que la obligaban a callar, pero no había prisa, ella sabía bien que le hablaba a él y a nadie más. En su conversación le dijo:
“Hijo, cuando te traje al mundo jamás pude pensar que te irías antes que yo, esto es lo más duro que he pasado y que pasaré en mi larga vida, así ha sido y quiero que tu partida sea lo más placentera y cómoda posible. Me enfrento a un duro duelo, donde me verás a veces desfallecer, pero confía en tu madre como siempre has hecho, esto también pasará hijo mío. Te dejo marchar, acepto tu partida como parte de tu vida aquí a mi lado, ¡agradezco tanto estos años contigo!!! Hemos tenido una bonita vida como madre e hijo, ahora se separan nuestros cuerpos, pero quiero que tu alma busque la luz y nada la ate a este mundo terrenal que ya no te pertenece. No te pido que me ayudes, ni pensar quiero que eso pueda entorpecer tu camino ahora. Encárgate de tu transición, has fallecido hijo mío, has abandonado tu cuerpo, busca la luz y si no la vieses, sólo pide verla y vendrán del otro lado a mostrártela. Siempre he velado por tu bienestar y ahora no puede ser menos. Siempre estarás en mí y me encargaré de que cada recuerdo, aún con lágrimas, lleve un mensaje de amor y aceptación, te amo.
Pido a los presentes que no lo aten, que lo recuerden siempre, pero sin apegos, que sus velas y sus ritos se hagan con la intención de ayudar a su alma a pasar al otro lado con amor y generosidad, como él siempre se comportó con los que aquí estamos. Os agradezco este acompañamiento”
La mujer volvió a su sitio, se sentía caer, se sentó y se metió para adentro de sí. No pudo oír lo que se decía, su trabajo interior era enorme en este momento, le esperaba un trago muy duro, pero la firmeza de su amor y su voluntad de darle lo mejor a su hijo eran más grandes aún que su dolor.”